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¿Como diferenciar a animalistas de mini pyme de veterinarios y S.A que se aprovechan de amantes de los animales?¿Lucro tras el rescate animal?

Decenas de actividades comerciales sin ningún tipo de regulación están repletando el apasionado mundo de ayuda hacia las mascotas abandonada...


Decenas de actividades comerciales sin ningún tipo de regulación están repletando el apasionado mundo de ayuda hacia las mascotas abandonadas, facilitando un ambiente propicio para prácticas poco éticas. Los animales en Chile sí necesitan ayuda y mucha, pero justamente para que esto ocurra a favor de ellos y no llenando los bolsillos de inescrupulosos, usted debe tener cuidado en cómo hace llegar su aporte y por sobre todo, exigir rendiciones.


La mayoría de los llamados “animalistas” son personas honestas, con miedo a que se acabe la ayuda necesaria si se genera desconfianza en la causa, pero las irregularidades de este creciente mundo activista hay que denunciarlas sin temor, porque de lo contrario los pocos aprovechadores que hay, ganan demasiado a costa de los animales que supuestamente ayudan, ensuciando además, la maravillosa labor de tantos que lo hacen por verdadero altruismo.

Usted es abogado y va caminando por la calle, entonces ve a una pobre anciana llorando con todos sus objetos personales tirados en la calle. El estado de esa mujer le parte el alma y entonces decide ayudarla legalmente para que recupere su vivienda. Usted decide donar su trabajo y asumir el caso.

¿Es ético entonces que después Usted le tome fotos a esa anciana, ojalá lo más dramáticas posible, y que con las imágenes comience a pedir dinero para pagar, entre otras cosas, los gastos de sus propios honorarios? Plop.

Esto, y mucho más, está sucediendo en el llamado mundo “animalista”: activistas que rescatan de la calle a perros y gatos, por lo general en muy mal estado, para luego recuperarlos y encontrarles un nuevo hogar. La mayoría, son personas que se estremecen ante el sufrimiento y el maltrato animal, pero que con su gran ímpetu por ayudarlos, han propiciado un ambiente en el que resulta fácil sacar provecho con los negocios asociados a estos rescates, por lo general dramáticos y urgentes.

Hay que reflexionar sobre este tema y hay que hacerlo de forma seria. Preguntarse cuáles son los límites éticos para muchas de las actividades que rodean el rescate animal y sin duda, denunciar a los aprovechadores que pueden dañar irremediablemente el prestigio de una causa que aun está en pañales en Chile.

Mi experiencia, sólo eso.

Hace algunos años ya, cuando se destapó el abandono en el que estaban los perros de un refugio a las afueras de Santiago, me empeñé en encontrarle hogar a esos casi 300 animales. Años antes, yo había sido socia de ese lugar y como le prometí entonces a una persona, si algo malo sucedía, yo personalmente iba a ayudar a esos perros. Y así fue.

Los enredos humanos que encontré fueron realmente impresionantes pero intenté mantenerme al margen trabajando con el Gobernador de la zona. Lo importante eran los perros que debían encontrar un nuevo hogar lo antes posible.

Las directivas se acusaban mutuamente de la responsabilidad por el estado del refugio y en esos dimes y diretes, conocí la veterinaria a cargo del lugar los últimos meses.

Con una sorpresa que aun no puedo describir, recuerdo cuando en un ataque de honestidad impactante, ella me dijo: “esto de los animalistas es un buena oportunidad laboral. A mí no se me hubiera ocurrido trabajar en esto del animalismo”.

Algo sonó en mi estómago. Como voluntaria permanente del tema, siempre gastando más de lo que tenía, no se me había ocurrido la sola posibilidad de que ingresara dinero por una actividad tan marginal como andar salvando perros “sarnosos”. Pero sí, ahí me di cuenta que era posible. Le pregunté entonces cuánto tiempo llevaba “en esto” y me comentó que solo seis meses, pero con muy buenos resultados porque había triplicado la cantidad de clientes.

Fue como un balde de agua fría. Hasta ese momento, tenía la tonta ingenuidad del altruismo puro por el bienestar animal. Pero le agradezco a esa mujer, porque desde ese entonces hasta hoy, he podido reflexionar sobre éste tema y creo que es hora de que todas las personas vinculadas a la causa lo hagamos sin temor.

¿Cuál es, por ejemplo, el límite que debe diferenciar el voluntariado de la actividad lucrativa, en quienes legítimamente trabajan en salud animal?

El médico veterinario, el licenciado o el técnico, escogieron esa carrera para desarrollarla por el resto de sus vidas. Esto implica que con el ejercicio de su profesión, lógicamente deberán mantener su propio hogar y a su familia, generando un lucro válido al trabajar en el área que eligieron.

Ahora bien, ¿los amantes de los animales tienen derecho a saber cuándo ese profesional colabora con el rescate de un animal sólo por solidaridad y cuándo lo hace como una oportunidad laboral?

¿No es antiético que se confunda una con otra?

¿O es solo una buena forma de marketing, ofrecer productos y servicios veterinarios, diciendo: “es para ayudar a más animales”?

Llevándolo a un extremo reflexivo, ¿es válido, por ejemplo, que un profesional de la medicina veterinaria recorra las calles de Chile buscando los más dramáticos casos de maltrato animal, para llevarlos a su propia clínica, explotarlos mediáticamente y autogenerarse trabajo pidiendo donaciones para cancelarse a sí mismo los honorarios?

Las redes virtuales están repletas de casos como el anteriormente descrito, en el que somos testigos de imágenes truculentas, repletas de sangre y dolor, y a las que se les adosa a pie de foto, la cuenta corriente personal de un médico tratante o una madrina a cargo de recolectar fondos… contados con los dedos de una mano, después sabremos el final de la espantosa historia.

¿Es, acaso, un saco sin fondo? ¿Se puede pedir y pedir ilimitadamente? ¿Culminará alguna vez esa tan anhelada recuperación o cada vez que alguien vea la foto donará dinero a destajo, aun cuando muchas veces el animal rescatado ya ni siquiera está en tratamiento?

Abuso de donaciones: hay que sincerar quién lucra y quién no.

Vale la preguntarse seriamente si es legítimo que un profesional de la salud veterinaria pida donaciones a su nombre o a nombre de terceros, cuando hay un privado que además le está pagando de forma interna por ese animal que rescató y le llevó a su consulta. El dicho es antiguo: a río revuelto ganancia de pescadores. Parecieran no estar claros ni los límites éticos, ni los conductos regulares.

¿Estoy prestando un servicio profesional o estoy haciendo un acto solidario?

Sincerar este aspecto, es urgente por el prestigio de la profesión y por el éxito de una cruzada verdadera para el cuidado de los animales maltratados.

Pareciera que el apretado campo laboral veterinario, ha desarrollado en algunos de ellos (que precisamente no le suben el pelo a tan noble profesión), estrategias de marketing y economía de escala que pueden ser válidos siempre y cuando, no se disfracen de solidaridad.

El tan conocido recurso de “mover insumos en mercado negro”, podría incluso hasta justificarse cuando el profesional en cuestión donará su trabajo, o hará un precio especial para animales abandonados. Todo queda un poco al margen del mercado, porque nadie lucrará con dicha ayuda.

Pero resulta injustificable desde el punto de vista ético, que adquiera insumos veterinarios a muy bajo costo y al margen del mercado, para luego derechamente hacer negocio y lucrar con ellos a un mayor margen de ganancia.

Una caja de suturas para cirugías comprada en el mercado negro, puede llegar a costar tres veces menos que la misma adquirida en el mercado formal. Es decir, hay un ahorro importante en la adquisición de ese insumo que, solidariamente hablando, debiera reflejarse en el precio final del servicio cuando se trata de una “ayuda”. Por supuesto, es algo que quedará en la ética de cada profesional.

Si la persona en cuestión no entrega boleta porque supuestamente hace atenciones a precios solidarios, y tampoco pedirá boletas al adquirir sus insumos, se supone que todo quedará en el mercado informal, y que la ganancia no será ostentosa al tratarse de un acto “solidario”. Se supone.

Esterilizaciones masivas: ganar por corte de boleto

Ya nadie parece poner en cuestión que las esterilizaciones masivas de hembras y machos caninos y felinos, son el método más efectivo para control de población. Y el tema está en cierta forma de moda, abriendo un mundo de oportunidades laborales para cientos de veterinarios y otros profesionales cesantes. Pero pareciera que no todos quieren ordenar este negocio. ¿Por qué?

Prácticamente los municipios de todo Chile han recibido proyectos de particulares que proponen “operativos de esterilización masiva”, “centros de cirugías”, o postas veterinarias, algunos con sumas que superan los 10 millones de pesos y otros que plantean fórmulas más libres de copago con los vecinos. Como sea, el tema está en boga y no es un mal negocio.

La reflexión es la misma, sincerar de forma sana cuando estamos ante operativos netamente solidarios y cuando, en presencia del lucro válido y legítimo que también merecen los veterinarios trabajadores. ¿Por qué?

Porque si la discusión es nacional y el descontrol de población sobre todo canina es ya un problema que el Ministerio de Salud quiere rotular como “plaga”, supuestamente estamos ante una urgencia que requiere políticas masivas y públicas para una solución efectiva.

La pregunta entonces es ¿resulta válido que ante esta urgencia existan grupos que lucren derechamente con la solución? ¿Oportunidad de mercado, se llama? Una cosa es pagarle a cada empleado por sus servicios profesionales y otra, obtener ganancias superiores al promedio.

Llevándolo al plano de salud humana, ¿es válido que los enfermeros que aplican el plan de vacunación nacional para niños lucren con cada aplicación de una vacuna? Bastaría su sueldo por esa labor, o no? Pero en cuestiones de animales, seguimos en pañales.

Hay algunas agrupaciones que son casi pequeñas “pymes”, valga la redundancia, que ofrecen operativos de esterilización supuestamente solidarios a un promedio de 12 mil pesos cada cirugía, sorprendiendo a los vecinos del lugar donde se ofrece el operativo, con un precio que parece barato frente al valor comercial de clínicas establecidas.

De esa suma, entre 4 mil y 5 mil pesos, irá como pago directo al veterinario que ejecuta cada operación. Otro poco al dueño de la agrupación, y otro poco en gastos de insumos. (En escala de mercado, ojalá ahorrar el máximo para hacer rendir el dinero)

Hoy, el veterinario más capacitado en cirugías rápidas, será el que más ganará dinero. Así de frío es el cálculo.

Aquel que logre operar unos 30 animales por día, tendrá una ganancia diaria de 150 mil pesos. En dos días de operativo, podrán ser 300 mil pesos. El margen de ganancia es, sin duda, más que pura solidaridad. Y olvídese de Impuestos Internos, boletas o cosas parecidas. Se supone que es solidario.

Y pensando por cierto en el bienestar animal y parafraseando a Carlos Marx cuando hablaba de la precarización laboral, ¿qué garantía de bienestar puede tener un animal bajo un bisturí que acelera la marcha para producir y producir más y más?

¿Ganarás cuanto seas capaz de operar? ¿Por qué no puede sincerarse y regularse este asunto de los operativos tan tremendamente necesarios, fijando una suerte de tarifa estándar diaria para cada profesional que participe de operativos, si se supone que todos tienen características solidarias? ¿Por qué no? ¿Porque el que más hace, más debe ganar? ¿Basta entonces con organizar un “operativo solidario” cada vez que me falten lucas en la pega?

Peor aún es el ejercicio ilegal de la profesión que se ha dado como en un caldo de cultivo ante la necesidad imperiosa y desesperada de personas que rescatan animales y buscan ayuda veterinaria.

No solo en inescrupulosos que sin título ejercen labores propias de los veterinarios haciéndose pasar como tales, sino que también de personas que sin ningún tipo de formación y sólo en el día a día del rescate, se sienten con la libertad de administrar tratamientos que a veces podrían resultar perjudiciales y por los que además, cobran un “pequeño aporte”.

Aviso económico: ¿Cesante busca pega rescatando animales?

Es válido y quizás hasta el sueño de muchos, poder conjugar la actividad laboral permanente -esa que te permite “comer”- con un tema que te apasiona, como sería en este caso, la ayuda a los animales. Pero esto debe sincerarse. Es decir, si alguien de forma privada consigue donaciones para sus propios casos pero también utilizará parte de esos aportes para sus gastos personales, debe hacérselo saber a quienes le donan.

La red animalista está impresionantemente repleta de cuentas RUT, (personales), que solicitan de forma casi histérica aportes para decenas de casos de maltrato animal que se confunden en las historias, en los desenlaces y en los responsables de cada una.

Por otro lado, si hay un actividad comercial asociada, y no hay una agrupación, fundación o algún ente con personalidad jurídica visible, pues la actividad comercial debe transparentarse… es decir, transparentar el lucro igual como se le exige a las universidades. Transparentarlo y regularizarlo. Porque actividades netamente comerciales, si hay.

Por ejemplo, los famosos hogares temporales pagados. Muchos de ellos, no son más que improvisados e ilegales servicios de hotelería canina, sin regulación en cuidados y cantidad de animales, sin medidas sanitarias obligatorias y por supuesto, sin entregar boleta.

Se trata de personas que, a partir de la necesidad de los rescatistas de “dejar a los perros en algún lado mientras buscan hogar”, descubrieron una buena forma de arreglar su economía y que pueden llegar a ganar desde 1.500 hasta 3.000 pesos diarios, que son entre 45 y 90 mil mensuales por cuidar de un solo perro. Y muchas veces no incluye ni la comida. Saque la cuenta Usted mismo. Historias de irregularidades y denuncias, abundan en la red.

¿Por qué el llamado mundo animalista puede darse estos lujos que en cualquier otro ámbito de la ayuda social sería un escándalo de proporciones?

Nadie ha reflexionado, por ejemplo, que tan bien le hace al movimiento, las improvisadas campañas de recolección de fondos de destino incierto que surgen tras los desastres naturales, casos extremos de maltrato o accidentes urbanos.

Basta una noticia de connotación nacional asociada a los animales, para que rápidamente surja en las redes sociales campañas de recolección de fondos, o promoción de eventos que solo tienen como rótulo un llamativo eslogan o lema de campaña. ¿Fundación asociada, agrupación legal? A veces ni las hay detrás. ¿Rendiciones? Quién sabe.

¿Contribuye esto a que el resto de la sociedad mire con buenos ojos al movimiento en defensa de los animales?

¡¡No deje de ayudar!!, al contrario, ayude más exigiendo orden y transparencia.

El abandono y el maltrato animal son una dramática realidad en nuestro país y justamente la urgencia por enfrentar este problema, puede prestarse para que inescrupulosos saquen provecho.

Por eso, su ayuda es más urgente que nunca, porque los animales necesitan que junto con brindar ese apoyo, Usted exija transparencia y pruebas concretas de que esa ayuda va directamente a ellos.

Los donantes deben ser hoy, los principales fiscalizadores de que la ayuda llega a los animales. ¿Cómo? Le están solicitando ayuda o llegó un caso de maltrato o abandono animal y Usted quiere ayudar, pues bien, hay casi un 100% de probabilidades de que su ayuda sea vital, pero primero, haga algunos ejercicios:

No se deje impresionar por las fotografías truculentas a primera vista. Averigüe sobre ese caso, ¿hace cuánto tiempo ocurrió? ¿Cuál es el estado actual del animal? Pregunte todo, sin vergüenza.

Averigüe quién es la persona que le solicita ayuda, ¿pertenece a una agrupación sin fines de lucro, o a una clínica veterinaria establecida? ¿Es la responsable del animal, es el veterinario a cargo o es un tercero que emprendió campaña por su cuenta?

¿Cada uno está pidiendo dinero por su lado o uno solo es el encargado de recaudar la ayuda? ¿Dónde se junta el dinero, en una cuenta personal, y de quién? ¿Hay una meta a juntar en dinero o la petición es para todo lo que caiga sin límite? Pregunte si le devolverán su aporte en caso de que llegue más dinero del necesario, o cuál será el destino del excedente.

Sepa dónde está el animal agredido, si hay denuncia policial de por medio y si hay algún presupuesto previo del tratamiento que requiere. Piense que, como Usted, a muchas personas les llegó el mismo aviso y puede ser probable que el monto del tratamiento necesario ya esté cubierto.

¿Sólo piden dinero o también insumos?

Si la ayuda que le solicitan proviene de una persona particular de la cual Usted no tiene referencias y no ha logrado tenerlas, pues no se prive de ayudar, pero hágalo directamente con insumos: en comida para animales, en medicamentos, una casita, mantas, puede pagar una consulta veterinaria directamente, etc.

Le solicitan participar de una campaña? Revise el historial de quien emprende esa campaña, ¿es una agrupación? ¿Ha hecho campañas anteriormente? ¿Cuáles fueron los resultados de esas campañas? ¿Se supo el destino de lo recaudado en las campañas anteriores? ¿Están disponibles los logros de las campañas anteriores? Si le da la confianza necesaria, pues haga su donación pero exija siempre un comprobante de la misma, con una firma de algún responsable.

Al participar de un operativo veterinario, verifique que sean veterinarios titulados ya que si no estará fomentando el ejercicio ilegal de la profesión. Pregunte el origen de los insumos y la calidad de los mismos. Las suturas, los antibióticos, conozca el lugar donde sus animales serán operados, para que verifique un mínimo de asepsia. Solicite boleta si se trata de un actividad lucrativa.

Si no tiene dinero y requiere atender a algún animal, en la desesperación no recurra a “consejos” de personas que no son veterinarias. Averigüe por médicos veterinarios solidarios que dan crédito o hacen atenciones gratuitas para urgencias.


Los animales en Chile necesitan mucha ayuda y nuestro movimiento debe profesionalizarse Y hacer las cosas seriamente.

fuente:
Paola Dragnic
Marcela Opazo